VIOLENCIA, ¿EJE DEL MAL O EL BIEN?

Un artículo de Juan José Domínguez ( @juanjodom ). Publicado en Métèques Nº1 de diciembre 2012.

Ramón Masats

Si preguntásemos a los ciudadanos si fue legítima la lucha armada de los judíos en el gueto de Varsovia contra los nazis, una abrumadora mayoría contestaría que sí. Y las respuestas afirmativas serían las mismas en defensa de Nelson Mandela, líder del brazo armado de la CNA, en su lucha contra el apartheid; o el uso de la resistencia guerrillera contra las dictaduras diseñadas por EEUU en América del Sur en el último tercio del siglo XX. Por situarnos en nuestro territorio, ¿acaso no era justificable atacar al régimen franquista por todos los medios? Creo que las razones sobran.

Por supuesto, ahora, no vivimos en una dictadura personalista, pero tampoco en una democracia: la Constitución española no garantiza la igualdad de los ciudadanos: el nepotismo y la plutocracia son la marca indecente de España. Cuando en el Estado español la gente se suicida por la crisis, el 25% vive en los umbrales de la pobreza, 2.000.000 de niños no se alimentan en condiciones y el Estado de Derecho no garantiza los derechos y libertades fundamentales de las personas (detenciones indiscriminadas, represión y abuso policial a la vez que el Gobierno adopta medidas excepcionales) falla el sistema político español. Si a ello le sumamos una casta política corrupta generalizada, la sociedad tiene derecho a la rebelión, dado que se ejerce la opresión contra la población.

Se puede matar de muchas maneras. Y a mi modo de ver, la más ruin y miserable estriba en dejar morir a seres humanos por los recortes en sanidad o por falta de alimentos. Así que, el derecho a la rebelión es reconocido implícitamente en el Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (http://bit.ly/peDZPr) ¿Por qué la izquierda y los movimientos sociales como el 15M se inhiben de él?

Hoy, se ha instalado un discurso políticamente correcto en nuestra sociedad, por la que cualquier acción directa en sentido amplio (contra quienes matan de hambre (19000 niños mueren todos los días)  es tildada de “antisistema”, “terrorista”, “subversiva”, etc. Lo cual, aparte de ser una falacia, muestra una hipocresía y un cinismo que, en el caso de la socialdemocracia y parte de la izquierda institucional, provoca sonrojo, nauseas y la cara más cobarde de la política; pues saben que ante el estado de emergencia que vivimos, en el que nos saquean para pagar las deudas de los bancos, solo cabe una respuesta contundente y sin remilgos.

No lo escribo en balde: aún resuenan en mis oídos los cánticos de los socialistas del PSOE cantando “voló, voló, Carrero voló”. O las celebraciones con cava de periodistas que brindaban por el asesinato del presidente del Gobierno franquista y hoy son los principales “ministros” de la paz, del consenso y la ética junto a los intelectuales orgánicos. Eso sí, con la faltriquera repleta de euros y al servicio de los medios de comunicación, cuya financiación proviene de las corporaciones y la banca. Seguro que conocéis alguno de ellos.

Mienten quienes afirman y divulgan que por medio de los acuerdos y las vías pacíficas se acabará con el hambre, el paro, las prestaciones sociales, la explotación laboral y, en definitiva, con el Estado de Bienestar, el cual, en buena parte, ha evitado la miseria y la muerte. A modo de ejemplo, en el Estado español, tres de cada nueve suicidios los causa la crisis económica. Los recortes en la sanidad suponen varios cientos de muertos al año. Como uno se puede imaginar, la detección de algunos cánceres, según la lista de espera, supone la vida o la muerte; un infarto, si el centro de urgencias está cerrado o lo han desplazado a otro pueblo, implica la vida o la muerte: depende de unos minutos. Creo que se me entiende. ¿Esto no es terrorismo? Los culpables y los cómplices tienen nombre y siglas.

La violencia resulta abominable, pero desde el inicio del proceso de hominización hasta nuestros días, siempre ha sido el instrumento de cambio en las sociedades. Nunca ha dejado de haber opresores y oprimidos. Por eso, pregunto: ¿alguien me puede mostrar un solo ejemplo, solo uno, en el que la violencia haya estado exenta en los procesos de cambio? Da igual si ha sido por la conquista de los derechos laborales, los sociales, los civiles, los políticos o en defensa de un territorio, cultura o una religión.

La democracia (dicen) es el mejor sistema para gobernarnos. No lo voy a negar. Pero en España hoy solo es una democracia de castas políticas y financieras corruptas, en las que los partidos políticos juegan a la oferta y la demanda de los votos y que, para colmo, gestionan nuestros recursos subordinados a la troika, es decir, a la dictadura de los mercados que nadie ha votado. De este modo, la casta política nos utiliza como gregarios de un sistema capitalista cruel. Y como todo sistema inhumano necesita controlar nuestros movimientos.

El filósofo Jeremy Bentham, en 1791, ideó un panóptico o centro penitenciario imaginario compuesto por una gran torre de vigilancia incorporada en un macrocentro angular dividido en celdas bajo la atenta mirada de un vigilante invisible. Digamos que similar un mundo virtual para ser observados. Focault definió este diseño en su libro (VIigilar y castigar) como un avance tecnológico aplicable al ejército, la enseñanza y las fábricas. Hoy, se podría añadir la red; porque, a fin de cuentas, en cualquiera de las formas de control del sistema neoliberal, se trata de reprimir a quienes se rebelan contra la injusticia. Desde que nacemos hasta que morimos. No olvidemos cómo el sistema político, tal como lo conocemos desde Locke, se originó por medio del Derecho y las constituciones para proteger la vida y la propiedad privada, pero siempre al servicio de los poderosos. Y la Historia nos lo recuerda cada cierto tiempo.

Con este artículo, espero que nadie piense que hago apología de la violencia, pero uno cree que si un chaval tira una piedra contra un escaparate para hacer el gamberro comete una acción punible. Sin embargo, si 3000 trabajadores levantan barricadas para que no los echen de su trabajo, asistimos a una acción política. Y su acción es legítima frente a los filibusteros del dólar y los explotadores que se amparan en una reforma laboral inhumana que pretende convertirnos en esclavos.

Hubo una época en la que la izquierda y los sindicatos se rebelaron contra la injusticia social. Hoy, por desgracia, salvo excepciones, se han corrompido y se dejan sobornar por el sistema. Es más cómodo sentarse en el escaño o el despacho que ponerse detrás de la barricada.

El autor es politólogo, asesor y analista político.

La fotografía que se ha incluido pertenece a Ramón Masats.